En un mundo cada vez más acelerado, la tendencia del slow travel o «viaje lento» está ganando popularidad entre los viajeros que buscan una experiencia más auténtica y enriquecedora.
Este movimiento invita a los turistas a dejar de lado los itinerarios apresurados y a sumergirse en la cultura local, explorando destinos a su propio ritmo.
A diferencia del turismo tradicional, el slow travel no se trata de acumular sellos en el pasaporte o de tachar destinos de una lista interminable.
Se enfoca en pasar más tiempo en un solo lugar, permitiendo al viajero conectar con la comunidad, la gastronomía y las costumbres locales.
Es una forma de viaje que promueve la sostenibilidad, ya que fomenta el uso de transportes ecológicos como trenes, bicicletas o incluso largas caminatas, reduciendo la huella de carbono y apoyando a los negocios locales.
Algunas ciudades en las que esta tendencia ha tomado importancia son…
Ciudades europeas como Florencia, Lisboa y Cracovia se están convirtiendo en epicentros del slow travel, atrayendo a turistas que prefieren alquilar apartamentos o alojarse en casas de huéspedes locales en lugar de hoteles de grandes cadenas.
Los viajeros aprovechan para visitar mercados locales, aprender sobre la historia del lugar y disfrutar de experiencias genuinas como talleres de cocina o visitas a pequeños viñedos familiares.
El slow travel no solo es una tendencia pasajera; es una filosofía de vida que invita a reflexionar sobre cómo nos movemos por el mundo y cómo podemos hacerlo de manera más consciente.
En un momento en el que la sostenibilidad y la autenticidad son valores cada vez más apreciados, esta forma de viajar podría ser la clave para transformar la industria del turismo hacia un futuro más responsable y satisfactorio.
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